¿Por qué el trabajo te agota?
Durante una etapa de mi vida, esto me pasaba una y otra vez.
Me escribían para hacer planes, y sin pensarlo demasiado, soltaba la típica frase:
“Uf, esta semana imposible… mejor lo dejamos para otro día.”
Colgaba y me quedaba con esa sensación rara que se te queda en el pecho.
Porque, en el fondo, sabía que ese “otro día” me iba a dar la misma pereza.
No era falta de ganas. No era que no me importara.
Era simplemente que no tenía energía ni para lo que, en teoría, debería darme aire.
No se trataba de flojera. Era cansancio acumulado que me dejaba sin fuerzas.
En el trabajo funcionaba.
Sonreía, cumplía, lo tenía todo bajo control.
Pero por dentro estaba quemada y me iba a casa muy desmotivada.
Ni cuerpo, ni cabeza, ni ánimos.
Me repetía: “ya lo haré otro día, cuando esté menos cansada”…
Pero ese día nunca aparecía.
Era simplemente que no tenía energía ni para lo que, en teoría, debería darme aire.
Si llegaba pronto a casa, el ritual era siempre el mismo:
Sofá, móvil, algo rápido de cenar y la frase en bucle:
“No puedo más con todo esto.”
Lo más duro fue darme cuenta de que lo había normalizado.
Me repetía: “ya se me pasará”.
Hasta que entendí que eso no era vida.
Que estaba dejando pasar la vida, sin realmente vivirla.
¿Qué cambió?
No fue de golpe.
Pero hubo un día en el que dije: Hasta aquí
Hasta aquí con llegar hecha polvo.
Hasta aquí con aplazar lo que realmente me hacía bien.
Así, con pasos pequeños pero constantes, empecé a recuperar mis tardes.
Y empecé con cambios pequeños, poco a poco.
Pequeños, pero suficientes para devolverme las tardes.
Y por eso lo comparto contigo.
Porque no se trata de conformarse y dejarse arrastrar por el día a día
Si tú también sientes que el trabajo te satura y no te sientes bien.
Si siempre estás esperando a que el viernes llegue o esperas las vacaciones como agua de mayo
Es momento de ponerte en acción
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